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EL VIAJE DE LOS COSMÉTICOS AL INTERIOR DE LA PIEL

  • Skin Pharmacology and Physiology
  • 5 feb 2016
  • 4 Min. de lectura

Los fabricantes prometen una piel de cine si consumimos productos cosméticos que dicen penetrar en la piel y mejorar el funcionamiento de sus células. Y sí, claro que lo hacen, pero, ¿a qué profundidad actúan? La capa más superficial de la epidermis está especialmente diseñada para servir de barrera y su estructura forma una tela casi impermeable. Entonces, ¿cómo penetran los cosméticos en la piel?

Todavía no se ha inventado ningún principio activo cosmético que sobrepase la barrera de la epidermis y que pueda penetrar en las profundidades de la piel. En realidad, cuando una sustancia penetra en la dermis y la hipodermis es muy probable que sea absorbida por los vasos sanguíneos y pase a la sangre. Por lo tanto, no sería un activo cosmético, sino un medicamento, porque afecta al metabolismo. Los parches de nicotina, por ejemplo, se aplican sobre la piel y las diminutas moléculas de nicotina van viajando a través de las capas de células cutáneas hasta llegar a los vasos sanguíneos. ¿Actúa la nicotina en la piel en su camino hacia la sangre? No.

A diferencia de los inventores de parches cutáneos, los fabricantes de preparados cosméticos saben que sus principios activos se quedan en las zonas más superficiales de la piel, en la epidermis, y aun así resultan eficaces.

¿Hasta dónde entran los ingredientes activos?

La primera capa de la epidermis, el estrato córneo, es la más impermeable. Si no lo fuera, ni siquiera podríamos tomar un baño jabonoso o masajearnos con crema hidratante: el agua, la crema y el jabón se acumularían debajo de la piel en forma de ampollas y nuestra salud peligraría. La función barrera de la epidermis resulta pues indispensable para su propio equilibrio y para el del organismo.

La capa córnea conserva el agua que bebemos en nuestro interior, evitando que se evapore, y al mismo tiempo filtra todo lo que entra. Las moléculas que ayudan a cuidar la piel tienen que superar esta barrera y penetrar en el interior de la epidermis. Pero su viaje acaba ahí, en esa capa que mide en promedio 0,5 milímetros y como máximo 1,5 milímetros (en las palmas de las manos).

Ni siquiera las partículas más diminutas, como las de los nanocosméticos, penetran más allá de la epidermis. Un estudio de la Universidad de Bath (Reino Unido) asegura que no es cierto que las nanoparticulas penetren a mayor profundidad en comparación con las moléculas que se usan habitualmente en las fórmulas cosméticas.

En la piel y no a través de ella

Los activos cosméticos usan tres vías para penetrar en la epidermis. Las moléculas más diminutas y las que se disuelven en aceite (lipofílicas) se abren paso entre los espacios formados por ácidos grasos que separan unas células de otras en la capa córnea. Algunas de ellas ablandan los enlaces que unen a las células entre sí lo que hace que penetren mejor.

Las moléculas más grandes penetran en la epidermis a través de los folículos pilosos. Pasando a través de los pequeños conductos por dónde crece el vello llegan a las capas más internas de la epidermis, las que están en contacto con la dermis. Otras sustancias penetran en la piel a través de los poros de las glándulas sudoríparas.

Y sin embargo no todas las moléculas atraviesan la barrera córnea. Las de mayor tamaño (de más de 10 micras) no lo consiguen. El colágeno, por ejemplo, una proteína que aporta elasticidad a nuestra piel, no penetra en la epidermis. Así pues, no hay crema a base de colágeno que funcione. Si queremos que nuestra piel se nutra de esta proteína tendremos que inyectarla directamente en las capas profundas.

Los vehículos clásicos y los nuevos

La cuestión que ha traído de cabeza a la industria cosmética es cómo idear sistemas que mejoren la capacidad de penetración de los activos cosméticos. Al medio por el cual un principio activo viaja al interior de la epidermis se le denomina vehículo. Los habituales, los de toda la vida, son las grasas (aceites), el agua y el alcohol.

Para mejorar las limitaciones de los tradicionales la clave consiste en diseñar nuevos vehículos. Así, la cosmética moderna ha conseguido fabricar 'medios de transporte' que entregan las moléculas activas de los cosméticos sin que se eche a perder ni una sola de ellas. No penetran a más profundidad pero hacen que todo (o casi todo) el principio activo que aplicamos esté disponible para influir en el funcionamiento de las células. Y lo hace protegiéndolo en cápsulas.

Son como minúsculos cilindros construidos con una combinación de agua y aceite para rodear al principio activo y mantenerlo en estado óptimo hasta que llegue a su destino. Según sea su composición química exacta a estas cápsulas se las conoce con distintos nombres: liposomas, microemulsiones (o nanoemulsiones si transportan nanopartículas) y micelas.

Todas estas minúsculas naves transportadoras entregan directamente a las células de la epidermis activos de acción antioxidante, como los derivados de las vitaminas E y C, u otras moléculas, como el ácido hialurónico y los polifenoles (por ejemplo, el resveratrol).

Algunos de estos sistemas de transporte son tan eficaces que se les ha llamado cápsulas inteligentes. Contienen unos receptores que 'reconocen' a las células de la piel a las que van destinados los principios activos que transportan.

 
 
 

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